El vino de Chile se produce regularmente desde el siglo XIX. Sin embargo, su calidad ha venido en aumento a partir de las últimas décadas del siglo XX, con la apertura de los lazos comerciales entre las compañías vinícolas locales y los enólogos y viñedos franceses y estadounidenses.[1] Desde entonces, varios vinos chilenos han escalado posiciones hasta situarse entre los mejores del mundo. Ejemplo de aquello es la producción del galardonado mejor cabernet.[2] La industria vitivinícola chilena se posiciona como la duodécima productora mundial y lidera como la primera exportadora de América y el hemisferio sur, siendo la cuarta a nivel mundial.[3]
Los viñedos en Chile más reconocidos se concentran en la zona centro del país: Maipo, Maule, Curicó, Rapel, Cachapoal, Itata, Biobío, Aconcagua, Marga-Marga, San Antonio, Colchagua y la más reciente Casablanca para vinos blancos. Se cultivan principalmente variedades de uvas francesas, refinando los ensambles y las técnicas de maduración con muy buenos resultados.